El país

Aires del Sur en Nueva York

CAPITAL FEDERAL, Septiembre 25.-(Por Mario Wainfeld)Pena de muerte, una tradición aciaga. Las guerras del Nobel de la Paz. El imperio más impopular. Palestina en la ONU: ovación y veto en puerta. Cristina Kirchner, la lógica de un discurso. Acuerdos con Brasil, una larga crónica. El Primer Mundo en su laberinto. De las relaciones carnales a una nueva etapa en la región.

 

Hollywood, cuándo no, transformó todas esas realidades en tópicos filmados. El condenado a muerte, los reclamos de clemencia (domésticos y mundiales), el gobernador que cavila en función de su futuro político. Esta vez, el centro de atención fue Georgia. El condenado se llamaba Troy Davis y era (cuándo no) afroamericano. El crimen por el que se lo juzgaba sucedió hace la friolera de 22 años. Davis fue ejecutado mediante “inyección letal”, la curiosa variante de piedad que rige en el indómito Sur. La causa en su contra, repiten las crónicas, se caía a pedazos: la inmensa mayoría de los testigos de cargo se había retractado.

 

“Dead man walking” habrá musitado alguien como en la inolvidable película de Tim Robbins, protagonizada por Sean Penn y Susan Sarandon. Las apelaciones morales sumaron cientos de miles, las más conspicuas fueron las del ex presidente James Carter y la del papa Benedicto XVI.

 

Según la ONG Amnistía Internacional, hay más de 3000 convictos en “corredores de la muerte”, colectivo que abarca decenas de mujeres. Davis atrajo atención inusual: otro ejecutado en Texas, el mismo día, recogió menos centimil. En las próximas semanas (si no media conmutación, tras la liturgia conocida) habrá dos homicidios estatales más, en Florida y Ohio. Truman Capote consagró la frase y su sentido, de una vez y para siempre: A sangre fría alude al salvajismo estatal antes que a la violencia ocasional de delincuentes.

 

Según comentó la abogada norteamericana Sandra Babcok en un recomendable reportaje publicado ayer en Página/12, quedan 23 países en el mundo que aplicaron ejecuciones en 2010. Hay algunos más en las que rige la pena, aunque no se aplica. Una minoría execrable, poco más del 10 por ciento de los estados con banca en la Organización de la Naciones Unidas (ONU).

 

Estados Unidos de Norteamérica es un país federal, cada estado dicta su código penal, no lo hay único como en la Argentina. Treinta y cuatro sobre cincuenta estatuyen la pena capital. Tres trepan veloces al podio: en California más de 700 condenados esperan su hora, en Florida hay casi 400, 321 en Texas. El gobernador texano, Rick Perry, es un infausto recordman: 234 personas fueron al patíbulo, sin que intercediera su gracia. No me quitó el sueño, se jacta el mandatario dos veces reelecto que es precandidato a la presidencia por el Partido Republicano. En su placidez nocturna desoyó reclamos de México, de la Corte Internacional de Justicia, del mismísimo Obama. En 1956, cuando la joven Susana Valle fue a pedirle a Pedro Eugenio Aramburu que no fusilara a su padre el general Juan José Valle, le respondieron que el presidente de facto dormía. No valía la pena desvelarlo. Un hilo invisible emparienta a los represores, en tiempos, latitudes y contingencias muy distintas.

 

Estados Unidos es la mayor potencia militar del mundo, a sideral distancia de cualquier competidor. Hace décadas que masacra poblaciones de forma continua en distintos parajes del globo. La actual administración no excepciona la regla. El presidente demócrata, Barack Obama, recibió al ratito de asumir el Premio Nobel de la Paz. Al cronista, que escribe en un diario, sólo se le ocurren comentarios que armonizan con la línea editorial del semanario Barcelona. Tal vez sean límites de su escritura, tal vez no.

 

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Un abismo en la ONU: El historiador Eric Hobsbawm escribió en 2003 que “Estados Unidos se ve ante el hecho de que su imperio y sus objetivos ya no son unánimemente aceptados. (...) De hecho, su política actual es más impopular que la de ningún otro de sus gobiernos –y probablemente que de ninguna otra potencia– en toda la historia”. Por entonces, gobernaba George Bush, el juicio sigue vigente en la era Obama.

 

La Asamblea General de

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