El país

Entre la cancha y los libros

CAPITAL FEDERAL, Octubre 17.-(Por Mario Wainfeld ) Una convocatoria cuidada y masiva. La alianza entre la conducción de la CGT y el oficialismo, lógica instrumental. Moyano y los Kirchner, sus relaciones. Las ambiciones del camionero, techos y realidades. La participación en las ganancias, un empresariado que rehúsa mostrar los libros y no cambia de IDEA. Y un toquecito sobre privilegios penales.

 

Los muchachos de la Uocra se aposentaron en la tribuna visitante de River. Más allá del simbolismo, alusivo a la tirria histórica entre los trabajadores conducidos por Gerardo Martínez y los camioneros, la distribución trasuntó el celo de los organizadores del acto del viernes pasado. Una movilización a cielo abierto de decenas de miles de personas, así fuera convocada por el Mozarteum, implica un riesgo de desbordes, reyertas o peleas. Pero los responsables siempre pueden minimizar o exacerbar el peligro. Aislar a los contrincantes, movilizar a trabajadores o militantes encuadrados y disciplinados prescindiendo (o confinando) barras bravas o marginales es una precaución importante que primó en el Monumental y se omitió en el 17 de octubre de San Vicente.

 

Hugo Moyano se cuidó y produjo una movilización rotunda, bien expresiva de su capacidad de convocatoria. La tiene desde tiempos del menemismo y la Alianza, cuando era opositor acendrado. La conserva, ahora, siendo oficialista. De modo que toda la furia mediática opositora debió centrarse en el “caos” vehicular sin hallar incidentes o brotes de violencia dignos de señalamiento con el dedito en ristre.

 

La muchedumbre de laburantes expresa la representatividad del secretario general de la CGT y es pura lógica. Se le imputa velar más por los camioneros que por el conjunto de los trabajadores. Algo de eso hay, aunque quizás es más preciso apuntar que la CGT tiene endémicas falencias a la hora de velar activa y eficazmente por los informales y los desocupados. Incluso desatendiendo a (o poniendo poca pasión en) instrumentos tan razonables y accesibles como las variantes de los seguros de desempleo. Lo cierto es que el sector de trabajadores que representa está en una situación incomparablemente mejor que años atrás, que ésa es su fuente de legitimidad (traducida en la asistencia), el núcleo de su alianza con el kirchnerismo y el trampolín del que quiere, si no saltar a la política (donde activa desde siempre), ascender.

 

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Especular sobre las ambiciones personales de un protagonista es atractivo aunque puede derrapar en el divague. El cronista se confiesa: no sabe qué sueña Moyano sobre su almohada, pero cualquier persona informada puede inferir que un gremialista astuto percibe sus límites. El electorado argentino viene siendo arisco para votar sindicalistas para cargos electivos, en especial los ejecutivos. Las encuestas corroboran esa tendencia, que reconoce excepciones en importantes municipios.

 

Hace un tiempo, el vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini (actualmente reponiéndose de un accidente cerebrovascular) hizo “medir” a Moyano para mandatario en su provincia: los números fueron apabullantes, desalentadores.

 

Lo que persigue Moyano, más allá de eventuales fantasías de las que nadie está exento, se parece bastante a lo que extrovirtió en River: mayor presencia sindical en las listas de diputados y senadores. Más algo que no mentó: una candidatura a vicegobernador que no sería para él (por evidentes razones de rango) sino para un compañero de su confianza.

 

También ansía formar parte de la (ora metafórica, ora tangible) “mesa” en la que se tomen decisiones políticas del Frente para la Victoria (FpV).

 

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Ricorsi de la historia: un vicegobernador gremialista sería una remake del esquema que rigió allá por el ’73, hasta en Buenos Aires. Son eras diferentes: las diferencias son siderales. Una no menor es que por entonces el gobernador representaba a la izquierda peronista. Hoy día, los prospectos candidateables del FpV expresan a un centroderecha que de momento acompaña al kirchnerismo pero que analiza pegar el salto, si pinta. El gobernador Daniel Scioli o el intendente Sergio Massa son los referentes más salientes de ese espectro, valga la expresión.

 

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