CAPITAL FEDERAL, Noviembre 27.-(Por Mario Wainfeld) Ahora dicen que hay giro a la derecha. Las teorías, los hechos. Los subsidios, realidades, estadios, pasos que vendrán. Los conflictos intrasindicales y las huelgas en el sector público, viejas cuitas. La tensión con Hugo Moyano. Los reclamos de la CGT, las prioridades de la Presidenta.
Un vaticinio espectral recorre la Argentina. Ahora dicen que el kirchnerismo, en la previa de su tercer mandato, acomete un giro copernicano. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, interpretan sus rivales (que hasta ahora no supieron hacerlo, ni “leer” su legitimidad creciente), gira abruptamente hacia un programa opositor. En pocos meses habrá tarifazo para millones de usuarios de servicios públicos. El idilio con la CGT toca su fin, reemplazado por un acercamiento a las patronales de la industria. Lo realizado hasta ahora (avances cuidadosos en la supresión de subsidios, reproches presidenciales a un par de sindicatos de transporte que la desafiaron) es la punta de un iceberg. Si se estira (apenas) el razonamiento: tocan a su fin la política económica expansiva, el crecimiento motorizado por el consumo y el mercado interno. Quién le dice, se revisarán (re)conquistas laborales de los recientes ocho años.
El Frente para la Victoria (FpV) aplicará la cartilla de sus críticos (se alegran y enardecen éstos): lo hará tarde y mal. El aumento indiscriminado de los servicios públicos gatillará la inflación y el repudio popular. Quién sabe, habrá cortes de rutas de ciudadanos-usuarios. La interna del peronismo, siempre irracional y salvaje, pondrá en jaque al “nuevo” Gobierno desde el vamos. El kirchnerismo pagará los platos rotos de su “fiesta” insustentable, para peor contradiciendo su sesgo político de años.
El cronista se permite discrepar. Jamás se puede conocer el futuro, menos en un mundo en crisis provocada por políticas bien diferentes de las que propiciaron una vigencia record para el FpV. Pero conociendo a los protagonistas, sus convicciones, el apego a las estrategias que sostuvieron sus momentos más felices, ese porvenir está entre los menos posibles del jardín de senderos que se bifurcan a partir del 23 de octubre.
Tal el resumen ejecutivo de esta nota, por si usted anda apurado. Si tiene paciencia, ahí va el desarrollo.
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Señales económicas: La reforma del sistema de subsidios es la más llamativa medida de política económica ulterior a las elecciones. Dista de ser la única y distará aún más cuando se vaya conociendo el paquete legislativo para la temporada verano-otoño. La acometida contra la avidez compradora de dólares fue una típica medida K, en sus aciertos y sus errores. El oficialismo, en cada día y ante cada controversia, explica que la AFIP vigila, que cuenta con un potente aparato informativo, que el Estado sigue dispuesto a valerse de sus herramientas que permiten las mejores recaudaciones de la historia, sostenidas en un largo período. Hubo caricias en el cónclave de la Unión Industrial Argentina, tantas como alusiones amables al “Vasco” José Ignacio de Mendiguren. También se despacharon telegramas colacionados a destinatarios específicos. Las menciones de la Presidenta a grandes empresas que sacaron ventajas para comprar divisas o para remesarlas con malicia es un mensaje que se suma a otros.
La supresión de los subsidios se propone en etapas. Las primeras, sencillas, se zanjan de un plumazo: grandes empresas, consumidores domiciliarios que habitan en zonas VIP. El registro de renunciantes voluntarios, un detalle casi irónico, cierra el primer círculo. Nadie patalea, ciertos funcionarios o divos de la farándula que habitan en barrios cinco estrellas se inscriben, anticipando un ratito lo que en enero será una regla particular que los comprende.
Para otros estadios, se subraya la perspectiva de la revisión fiscal, que también formó parte de la batida contra la compra compulsiva de dólares. Habrá, imaginan en Planificación, un número apreciable de contribuyentes que preferirán aumentar su gasto en servicios antes que ser revisados por la AFIP. Hasta ahí, nada repugna al imaginario kirchnerista tradicional: se suprime el subsidio para quienes ostensiblemente pueden afrontar los costos o para quienes eligen racionalmente hacerlo.
La búsqueda de la segunda tanda de consumidores será una tarea ardua, de “sintonía fina”, expresión adecuada que la Presidenta incorporó a su vocabulario. Funcionarios del área (confiados en continuar después del 10 de diciembre, no confirmados aún) afirman que la selección de los destinatarios del formulario será escalonada. Se comenzará por barrios o localidades con predominancia de sectores medios altos o altos. Será arduo espigar a su interior.
De cualquier modo, el tiempo para determinar el universo de las nuevas supresiones será largo. Habrá dos envíos de formularios para los que no respondan a la consulta, o sea que las renuncias tácitas demorarán lo suyo.
Los que reclamen seguir siendo subsidiados, todo indica que la gran mayoría del total, abren una instancia de revisión. La percepción compartida entre funcionarios y el cronista es que no habrá acometida contra ese conjunto, al menos en 2012. El Gobierno intentará que la supresión del subsidio sea progresiva, en la doble acepción del término: en etapas y atendiendo diferencias sociales o patrimoniales. Si el cronista fuera afecto al uso de bastardillas o negritas en sus notas resaltaría de ese modo “intentará” y “progresiva en la doble acepción del término”.
Como es afecto a las digresiones, se permite una, abriendo un corchete. Corchete: una encuesta de la consultora Equis, dirigida por Artemio López, informa que una sólida mayoría de argentinos está a favor de los cambios en el sistema de subsidios. El dato parece chocante porque no es habitual que las personas estén a favor de pagar más tasas. La explicación está al alcance de la mano: la consulta es nacional. Los subsidios e