Opinión

Matar al pulpo

Fernando Latrille E-mail Sistriot@coopconesa.com.ar
Fernando Latrille E-mail Sistriot@coopconesa.com.ar

 Sabemos de  la  injerencia que ejercen los grupos económicos, los multimedia, en la vida de los ciudadanos. Muchas personas creen hablar cuando en realidad son hablados, creen opinar cuando en realidad son opinados. Repiten muy a menudo lo que escuchan, lo que leen, lo que ven. La interpretación de la realidad llega a sus casas de distintas maneras, aunque ésta responda a una única manera de reinterpretación de la realidad. Los multimedia poseen un discurso hegemónico que es transmitido por las distintas vías de comunicación que poseen.

 

Si hablamos del pulpo Clarín podemos decir que sus distintos tentáculos llegan a los ciudadanos a través de su diario, el más vendido, a través de su canales, de sus noticieros, ya sean de aire, canal 13, o de cable, TN. Y también a través de la radio, con Mitre. Sus tentáculos son un imposible de esquivar. El conglomerado de medios que posee el grupo les permite que su discurso, o su interpretación interesada de acuerdo a los negocios que defiende, llegue a gran parte de la ciudadanía, dejando por sentado que lo que allí se cuenta, se narra, expresa, escribe o dice, es la verdad absoluta de lo que sucede en el país.

 

Este actor político que es el grupo Clarín permitió en todo el 2008 instalar como verdad ante los ciudadanos que recibían por las vías anteriormente nombradas la información, la interpretación, siempre la suya, la que responde a sus intereses empresariales,  que la visión de “campo” respondía solamente, únicamente, a las cuatro entidades promotoras de la soja y no existía de ninguna manera ese sector vasto que en realidad es el campo, que abarca a muchas más personas que las que están representadas por la Mesa de Enlace, y que son las que no están precisamente de acuerdo con la sojización.

 

También escondieron que el Estado buscaba con la medida de las retenciones móviles asegurar la soberanía alimentaria del país y una redistribución de la riqueza, que fue ignorada por el pulpo Clarín que se encargó de demonizar al Gobierno de Cristina Fernández, para defender los intereses en común con la patria sojera.

 

Este poderoso grupo mediático que había logrado su propósito en el 2008 encontró su revés el martes 10 de agosto de 2009 cuando se le terminó el negocio del fútbol. El pulpo Clarín se había asociado con Avila, creador de la firma TyC, en 1991 para formar las empresas Telered Imagen S.A (Trisa) y Televisión Satelital Codificada (TSC) y obtener de Julio Grondona los derechos de televisación del fútbol argentino hasta el 2014.

 

El haber tenido los derechos de transmisión del fútbol y no haber subastado los partidos de la fecha a otros canales de Televisión, fue parte de su codicia, que tenía su lógica en exprimir a través de la señal de los operadores de cable, pertenecientes al grupo, a todos los gustosos de ver ese deporte popular que pudieran pagarlo.

 

“Para ver hay que pagar”, era su lema, y el codificado su gran negocio. Producto de la voracidad y la glotonería que permitía que un deporte que gusta a la mayoría de los argentinos sea solamente para los pocos que podían acceder económicamente a disfrutar del partido pagando un plus. Imágenes penosas como la de ver en ciudades a las personas mirando un partido por la vidriera de un bar, ya que no poseían ni para un café, o la de simplemente contentarse con el relato y una cámara reflejando la tribuna que transmitían otros canales, que no pudieron acceder a la televisación de los partidos de la fecha, ya sea porque el grupo no los subastaba o porque la suma que pedía para tal fin era disparatada, pretendiendo así monopolizar el negocio a través del cable, del codificado.

 

El monopolio Clarín, el gran pulpo mediático, disfrutó de ese privilegio, de ese negocio que pensaba que no se terminaría nunca. Se había naturalizado la aberración de que la gente pague para ver un partido, ya que  para ellos “la pasión no tiene límites, y el dinero no iba a ser un impedimento”, aunque muchos quedasen afuera y al grupo, al pulpo, sólo le importara seguir exprimiendo a quienes sí, podían pagar.

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