El país

Tardó pero va llegando

CAPITAL FEDERAL, Diciembre 26.-(Por Mario Wainfeld) Los discursos de los condenados a cadena perpetua en cárcel común. Frases remanidas y citas recientes. El avance en 2010 de los juicios por delitos de lesa humanidad, lo que viene en 2011. Sentencias y procesos en casi todas las provincias. Memoria, justicia, motivos para festejar.  

 

Jorge Rafael Videla, bueno es subrayarlo, ya estaba condenado por el Juicio a las Juntas: el indulto del presidente Carlos Menem fue declarado nulo, el fallo recobró plena vigencia. La decisión del Tribunal Federal Oral de Córdoba es, de cualquier manera, un hito histórico. Cadena perpetua y cárcel común para el ex dictador y represor. Le corresponden de pleno derecho porque fue juzgado por crímenes comunes y porque ha perdido la condición militar. Videla, un habitué del banquillo de los acusados, repitió su discurso remanido. Añadió, apenas, una excusa miserable ex post facto: una supuesta bendición (un pedido más bien) del dirigente radical Ricardo Balbín. Mendaz e indigna de crédito es, en su plenitud, la narrativa de los genocidas. Buscan arraigo en el sistema político previo, aluden a sus deberes militares. Soslayan que gobernaron a sangre y fuego, que impusieron sus propios criterios en el plan sistemático de exterminio. Hablan de más sobre las autoridades civiles y callan sobre sus demiurgos y aliados: el establishment que les dio letra y programa. Su finalidad iba mucho más allá de “la subversión”, era despanzurrar los vestigios del más grande Estado benefactor de América del Sur y barrer con una sociedad civil habituada a la lucha política, las reivindicaciones y la militancia.

 

Videla reiteró su monserga, se victimizó. Fue sentenciado en base a las leyes ordinarias, tras un proceso pleno de garantías. No hay en Argentina un Nuremberg: un tribunal de vencedores, con leyes propias impuestas tras la victoria bélica. Impera el derecho penal común, con los añadidos epocales del derecho internacional. Eso determina circunstancias enojosas, que enmarañan la “ingeniería judicial”: los procesos surgen al vaivén de los requerimientos de fiscales y querellantes. Es un costo de la legalidad.

 

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Luciano Benjamín Menéndez, aún más baqueano en el arte de acumular condenas, representó el papel de Luciano Benjamín Menéndez. A los perros de la guerra les encanta citar a Antonio Gramsci y enriquecer su ignorancia con nuevas lecturas. Otrora fue el fugaz ministro de Educación machista, Abel Posse. Ahora visitó la prosa de Tzvetan Todorov. El intelectual búlgaro, reprisando en tono perverso la de viejos comensales de Victoria Ocampo, pasó una semanita en nuestro país y sacó conclusiones berretas, inconsistentes. Pan comido para el Chacal del Tercer Cuerpo, que se valió de la cita de autoridad como argumento de la defensa. Si Todorov llegara a enterarse del uso social de sus intervenciones periodísticas, acaso tendría oportunidad de recapacitar sobre la mirada del turista, epidérmica y frívola.

 

Videla y Menéndez lucieron arrogantes y convencidos. Sostuvieron el silencio sobre sus cómplices, instigadores y encubridores civiles (hablamos en términos políticos) y consiguieron reforzar el pacto de silencio. Toda organización genocida urde su burocracia, deja huellas escritas, la lógica organizativa se lo impone. Entre nosotros, pocos datos de esos se han ido conociendo por la omertá de los terroristas de Estado. También gracias a las omisiones de la jerarquía de la Iglesia Católica, que tiene sobrado saber sobre el tema y la guarda cual si fuera secreto de confesión.

 

Otros criminales abyectos, dueño de vida y honra de tantos argentinos, bajaron la mirada, se escondieron de las cámaras. Resaltó El Turco Julián, que supo desfilar por tantos programas de tv basura alardeando de sus hazañas cuando creían que habían logrado la eterna impunidad.

 

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El pacto de silencio pareció tener un quiebre en Córdoba, a través de un eslabón débil y viscoso. El ex cabo Miguel Angel Pérez, asesino del militante popular Raúl “Paco” Bauducco, adujo que se le había escapado el tiro, por impericia. Pidió perdón a los familiares de la víctima y culpó a las autoridades castrenses de “arruinar su vida y su familia”. Contó que no estaba preparado, como militar, para una labor carcelaria.... “Yo sólo estaba capacitado para realizar fajina.” Víctimas que conocen a Pérez y lo padecieron niegan su autorretrato piadoso: lo describen como un represor violento y sádico.

 

Aun así, el mensaje de Pérez apuntaba a deslindar responsabilidades con sus jefes, pero no avanzó en su denuncia. Videla lo desmereció en su alegato final, le atribuyó carecer de las dotes necesarias para ser un soldado.

 

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Va

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