Tener en cuenta la intención
de las palabras es esencial para mantener una buena salud, física, mental y
emocional.
Porque muchas veces podemos
ser heridos o herir, manifestar violencia o causar controversias, simplemente
por el hecho de habernos adelantado a hablar sin pensar, sin haber medido las
consecuencias
En una oportunidad llegó a
mis manos una reflexión de autor anónimo, titulada “La piedra”.
Comienza diciendo: “El
distraído tropezó con ella, el violento la utilizó como arma, el emprendedor,
construyó con ella, el campesino, cansado, la utilizó de asiento, Drummond la
poetizó, David, la utilizó para derrotar a Goliat, y Michelangelo, la
transformó en la más bella de las esculturas.
En todos los casos la
diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre…la posibilidad está en cada
uno de nosotros, cada uno de nosotros marcamos la diferencia en el destino de
nuestra piedra”. (Marcamos la diferencia en el destino de nuestras palabras).
La intención con que nos
expresamos tiene un valor inestimable a la hora de decir buenas palabras porque
imparten un ambiente saludable para uno mismo y para quienes nos rodean. Se “habla” mucho y se “dice” muy poco.
Relacionando estas
reflexiones con el concepto de salud observamos que el estar sanos tiene íntima
conexión con la inocencia y pureza del pensamiento.
La queja, la crítica o el
descontento son palabras o deseos inexpresados que se originan en los defectos,
el resentimiento o falta de compasión con uno mismo y con los demás.
Seguidores de Jesús como fue
el Apóstol Pablo, mantuvo una tabla de valores espirituales que son la base
para una vida saludable y armoniosa, sin arrepentimientos.
Me encanta cómo lo expresa
una versión moderna de la Biblia: “No digan malas palabras, sino sólo palabras
buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las
escuchen. Echen fuera la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los
insultos y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, y
perdónense unos a otros…” (a los Efesios 4: 29, 31)
El perdón es esencial para
lograr curación en nuestras vidas, y lo digo por experiencia. En una
oportunidad estaba enemistada con un miembro de mi familia, y me costó mucho el
acercamiento y poder perdonarlo porque usamos palabras muy hirientes.
Esto me llevó un tiempo,
pero luego de haber orado, sabiendo que a todos nos pertenece un mismo origen
espiritual, tuve la posibilidad de identificarme e identificar al otro de una
manera diferente: viéndonos buenos, puros, inocentes, sin mancha ni culpa.
Al conectarme con estas
ideas sanadoras, comenzaron a aflorar palabras conciliadoras y reconciliadoras,
llenas de comprensión, y empecé a experimentar una verdadera transformación, ya
que en ese momento atravesaba, además, un problema de salud.
Una investigación del Dr.
Renny Yagosesky que aparece en uno de sus artículos dice:
“Defino aquí la actitud
mental, como el estilo habitual de pensamiento y sus emociones asociadas, que
tiene una persona con respecto a su presente, pasado y futuro. Esto incluye su
percepción acerca de sí mismo y sus capacidades y debilidades, así como lo que
representan para él las demás personas y el mundo que le rodea.
Hoy por hoy existe evidencia
científica, de que los pensamientos influyen en la generación de salud y
enfermedad. De manera que podemos pensar que las personas participan del estado
de salud que tienen, aún sin saberlo. Esto no implica que sean culpables de sus
enfermedades, pero sí que tienen mucho que ver en el funcionamiento de su organismo.
Significa, además, que disponen de una capacidad para contribuir con su
sanación”. Fuente: http://www.laexcelencia.com/aspx/public_articles_show3.aspx?i=437
Cuando logré entender
profundamente que no había nada que perdonar porque no existía ninguna ofensa
contra mí, ni tampoco hacia la otra parte, el resentimiento y la justificación
propia se fueron desvaneciendo hasta sentirme libre, satisfecha y en completo
orden mental y físico.
El diálogo cordial y ameno
con ese familiar se reanudó sin ningún inconveniente a través de los años.
El cambio y transformación
de nuestro pensamiento es vital para una vida saludable. Un estilo de
convivencia que podemos ejercer en familia y en nuestra sociedad es medir cada
palabra que expresemos, para que a través de ella seamos una influencia
positiva en cada ambiente en donde nos encontremos.
(*) Se desempeña como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana,
en Argentina.
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