Opinión

Un regreso necesario

CAPITAL FEDERAL, Abril 15.-(Por Mario Wainfeld) El kirchnerismo y las reestatizaciones. Los comienzos y las tácticas posteriores. Un repaso veloz de éxitos y resultados. La entrega de YPF. Las primeras políticas del Gobierno, una visión compleja. La argentinización, el saldo. Las provincias frente al nuevo esquema. Indignados en España, con acompañamiento local.

Los gobiernos kirchneristas no tuvieron, desde el vamos, un designio reestatizador. Su “modelo” se pensó reparador de los desquicios de la dictadura y de las políticas económicas noventistas. La reversión de las concesiones de servicios públicos o la recuperación de empresas estatales regaladas o malvendidas no figuraban en su menú inicial. Los objetivos originarios fueron la restauración del poder político y el estatal, la recuperación de la autonomía nacional. Y un programa económico productivista, muy atento a la generación de empleo, al crecimiento del PBI y a incentivar el consumo interno. En ese devenir, el repertorio original dejó de lado revertir concesiones atendiendo a las contrapartidas económicas y (muy especialmente) financieras o de gestión que podían suscitarse. El estado real existente, colonizado y diezmado, contribuía a desalentar iniciativas muy desafiantes.

Como en tantos otros rubros, el kirchnerismo no siguió una estrategia definida. Su devenir futuro enlazó una serie de tácticas y correcciones de rumbo, usualmente impuestas por las circunstancias. A esta altura de la soirée, mientras se esperan inminentes definiciones sobre alguna forma de recuperación de la presencia estatal en YPF, se han sucedido variadas experiencias de corrección del paradigma privatista. No es el objeto de esta nota un recorrido a fondo de los cambios producidos, aunque sí un panorama orientador.

En nueve años se han sucedido reestatizaciones de distinta magnitud, volumen y resultados. La más exitosa es la supresión de las AFJP y la reinstalación del sistema jubilatorio estatal. Un salto cualitativo, que mejoró la ecuación económico-financiera y (hasta ahora, contra todo pronóstico agorero) la ampliación del universo de jubilados, los incrementos progresivos, estipulados por ley, de sus haberes y la cobertura de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Una reformulación, virtuosa por donde se la mire, de una de las más insignes estafas del peronismo, en su estadio menemista.

Aguas Argentinas es otro caso de recuperación interesante. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, a la sazón en funciones, marcaba distancia con el proyecto pidiendo un vaso de agua “de la canilla” para su interlocutor y lo invitaba a echarse un trago. Destacaba que en muchos parajes de la Argentina podía beberse el agua potable sin resquemor y sugería dudas sobre si subsistiría ese patrón bajo la batuta de los compañeros sindicalistas. Visto a la distancia, eso sucedió y no se conocieron escándalos de gestión ni problemas sustanciales en la prestación del servicio.

El Correo Argentino, un área menos relevante en los tiempos que corren, funciona sin mayor estrépito ni caos.

Aerolíneas Argentinas suscita oleadas de polémicas, en algunos casos promovidas por quienes predican ideologías privatistas. También hay quejas, formuladas por emisores mejor legitimados y sin especial mala leche, acerca de los servicios prestados. La existencia de numerosos sindicatos es un jeroglífico que los privados (saqueadores insignes, por lo demás) no pudieron resolver... también genera canas verdes a la administración estatal. El déficit económico no es un argumento serio en el mundo actual, signado por los costos crecientes de los combustibles. Su magnitud sí debe ponerse bajo la lupa, esfuerzo que trasciende las incumbencias de esta nota y de su autor. Para éstos, lo sustantivo es puntualizar que, entre las recuperaciones para el Estado de servicios o empresas, el promedio es mucho más que aceptable, con un punto altísimo en la Anses.

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Así se llega al actual trance de YPF. O sea, a la corrección en un sentido deseable de la peor medida del gobierno menemista acompañada en tropel por el peronismo. Hubo contadas excepciones que merecen su mención: el Grupo de los Ocho, Fernando “Pino” Solanas, la CTA de Víctor De Gennaro y Germán Abdala y, por su lado, Saúl Ubaldini. Rectificar las defecciones históricas, de buena fe, incluye el deber de valorar trayectorias y no sólo alineamientos actuales. Todos los oficialismos en auge cuentan con el aval de conversos o recién llegados, sayo que le calza al menemismo y también al kirchnerismo.

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Ningún país de la región entregó tanto por tan poco. El estrago se consumó mientras se entonaba la marchita peronista. Su demiurgo fue Roberto Dromi, un paladín de la versatilidad ideológica, hoy acodado del otro lado del mostrador. Las consecuencias son consabidas: pueblos fantasma, miles de desocupados, pérdida de soberanía y de recursos, solo para empezar.

La política energética del kirchnerismo es recusada en block hoy mirando los resultados en materia de producción y de costos de importación. Huelga reconocer que son aspectos híper relevantes pero, entiende el cronista, no agotan la lectura de una política económica compleja. En sus primeros años, el Gobierno potenció el crecimiento a todo trapo, la generación de puestos de trabajo, la batida contra el desempleo, la reconstitución del aparato productivo y de la autoestima de los argentinos. La ecuación, si se permite una metáfora inspirada en las lecciones de Adrián Paenza, es una polinómica con varios factores. El combustible barato alimentaba el motor del “modelo”. Las compras de gas a Bolivia y el intento de generar una red gasífera regional apuntan a finalidades trascendentes: la gobernabilidad en toda América del Sur (máxime en sus eslabones más débiles), la integración con los países hermanos. Lo ideal hubiera sido que eso confluyera con aumento de producción pero esos objetivos adicionales tuvieron un peso singular en la construcción de

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