BERISSO, Diciembre 19.-(Por Mario Wainfeld) El fenómeno social y las movidas interesadas. Nilda Garré, entre el largo plazo y lo acuciante. Las nuevas demandas, la vivienda. El crecimiento desigual, referencias, secuelas. El hacinamiento, un límite insoportable. La zona metropolitana, un tercio de
Sería necio negar que la seguidilla de tomas refleja un problema social serio y que sus protagonistas son mayoritariamente ciudadanos que reclaman por sus derechos. Sería incauto negar que en ese cuadro intervienen dirigentes políticos y sociales que buscan sacar provecho del río revuelto. Sería simplista homologar a organizaciones sociales de izquierda basistas con referentes del peronismo federal y del PRO que, muy relegados en la competencia electoral, ven en la “anomia” que predican e instigan un atajo para llegar a
Eduardo Duhalde, que jamás pudo hacerlo por vía del voto popular, es el más prominente entre ellos. Sería desmesurado creer que el citado ex presidente o el diputado porteño Cristian Ritondo (que sí están fogoneando conflictos) tienen el ascendiente imprescindible para “mover” a todas las personas que tomaron terrenos que no les pertenecen.
La trágica experiencia del Parque Indoamericano aleccionó al gobierno nacional. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió que era forzoso un cambio de paradigma en materia de seguridad. Lo emprendió en el sentido correcto: tomando los altos riesgos que conlleva intentar mejorar lo establecido. Designó a Nilda Garré, una persona adecuada para la misión. Se trata de una tarea que insumirá años. Pero la gestión de gobierno combina lo imprescindible con lo acuciante. Mientras Garré pensaba en la estructura de su ministerio, producía un relevo con fines oxigenantes en
Entre tanto, la vanguardia mediática de la oposición, los grandes medios, acunaba tan distraída como poco erotizada los pininos de las candidaturas de Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y Elisa Carrió. Y se concentraba en azuzar la bronca de “los vecinos” o “la gente” frente a los “ocupas”, quienes (en su imaginario) ni son “vecinos”. Ni, llegado el caso, son “gente”.
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River y la segunda generación: River es un ocupante del club Albariño, apodado así por el periodista Pedro Lipcovich en una recomendable nota publicada anteayer en Página/12. Con la gloriosa camiseta de la banda puesta, River, de 23 años, le contó: “Laburo en una fábrica. Por 12 horas diarias me pagan mil quinientos pesos por mes. Ahora no sé si me echarán porque en estos días no fui a trabajar. Tengo dos nenas. El alquiler me sale 650 pesos por mes, dos piezas con baño compartido”. Como otros intrusos, River pide que le dejen construir su casa ahí. Tiene trabajo, no es un desocupado ni un lumpen. Pero con tantas horas extras seguramente gana menos de lo que marcan las leyes y el alquiler es exorbitante para su patrimonio.
La mayoría de quienes se movilizan en el caliente fin de año no lo hacen, como en 2001 o en el ya olvidado 1989, pidiendo comida o trabajo. Una proporción elevada de los ciudadanos (que no el total) ha repuntado mucho en materia de empleo y también de ingresos. La creación de millones de puestos de trabajo y la implantación de
El cronista enumera algunas, sin agotar la nómina: vivienda, transporte, quizá muy pronto será la salud pública. Son desafíos del crecimiento, son también deberes pendientes.
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Demasiados en casa: Fernando Navarro es diputado provincial por el Frente para