La provincia

Arranque complicado

La gente hizo cola hasta altas horas de la noche en el intento de poder retirar dinero de los cajeros.
La gente hizo cola hasta altas horas de la noche en el intento de poder retirar dinero de los cajeros.

LA PLATA, Enero 09.-(Por Marisa Alvarez) El año arrancó con serias complicaciones para miles y miles de bonaerenses. Con las distintas administraciones gubernamentales a media máquina y envueltas en un clima distendido, la inseguridad demostró que no se toma vacaciones y la falta de dinero en los cajeros implicó bastante más que un mal rato haciendo colas al rayo del sol.

 

El accionar incansable de la delincuencia dejó en lo que va del año el asesinato de una mujer y tres hombres baleados -uno de ellos lucha aún por su vida- en asaltos en la capital de la Provincia, mientras están por verse las razones de otro crimen. En la Costa, donde las autoridades han puesto su mayor esfuerzo en cantidad de policías y equipamiento, el 2010 cerró con la muerte de un turista en Miramar a manos de ladrones y el 2011 abrió afortunadamente con menos carga de violencia brutal pero con una seguidilla de robos en viviendas habitadas por turistas en diversos balnearios.

 

En ese marco, sobresalieron algunas definiciones "doctrinarias" en materia de seguridad, subrayadas desde las cumbres del poder político.

 

DEFINICIONES

 

El gobernador Scioli había planteado el criterio de "tolerancia cero" en los arranques de su gestión, hace tres años. Luego, aunque algunas de las medidas que impulsó y sus conceptos estaban en línea con esa consigna, no volvió a utilizarla textualmente. Hasta estos días, cuando -con motivo de un enfrentamiento armado entre policías y delincuentes en la Costa- volvió a lanzar la "tolerancia cero" como eje de su política de seguridad.

 

Pero además el inicio del 2011 encontró al Gobernador asumiendo posición sobre otro aspecto "de la calle" controvertido: los piquetes, que, como está claro, no están protagonizados por cierto por delincuentes pero sí constituyen violaciones de las leyes y de derechos esenciales de los demás. Desde hace casi una década y de manera creciente, grupos sociales de todo tipo han adoptado esta modalidad -que ha dejado de ser monopolio de agrupaciones políticas y de las que se conocieron como, justamente, "piqueteras"- para hacer saber sus reclamos y protestas sobre las cuestiones más diversas. Los cortes de calle son moneda corriente en la geografía bonaerense desde hace mucho tiempo y la capital provincial en particular los padece -con cortes de la Autopista y otros accesos, campamentos y quemas de gomas en pleno microcentro- prácticamente como un mal cotidiano, ante la impasibilidad absoluta de la Justicia y la Policía. Es en este contexto que Scioli dijo ahora que los piquetes "han agotado la paciencia" de la gente y de él mismo y pidió al Poder Judicial que le facilite a la Policía las órdenes que le permitan "liberar las calles".

 

En otra sintonía, también desde el gobierno nacional se inició el año fijando postura "doctrinaria" sobre la inseguridad. "La mano dura nunca es eficaz", dijo la ministra Nilda Garré, con motivo de una "visita de control" a una de las bases que se han montado en el Conurbano para los 6 mil gendarmes que patrullan desde el 1º de enero sectores de esa región.

 

EL DRAMA DE LOS BILLETES

 

La falta de dinero en los cajeros automáticos, por otra parte, colmó de problemas y amargura a buena parte de los bonaerenses. Se trata, se sabe, de una insuficiencia de las existencias de billetes de la que son responsables el Banco Central y por lo tanto el gobierno nacional, y que afectó gravemente también a otras provincias. Pero en Buenos Aires fueron -además de tantos otros ciudadanos- medio millón de empleados públicos y sus familia y miles de jubilados de la Provincia los que debieron afrontar un auténtico calvario para poder retirar su sueldo o sus haberes previsionales.

 

La gente no necesita que se detallen aquí las penurias que le generó el faltante de dinero. Una sola extracción -cuando se conseguía después de horas de peregrinaje y colas- no suele alcanzar para pagar, por ejemplo, el alquiler o algunas cuentas. En este diario se han recibido llamados de personas que relataban llorando las dramáticas dificultades que les provocaba esta situación. Y esa imposibilidad ocurrió en medio de una ausencia de explicaciones, de comunicación de plazos sobre cuándo podría regularizarse la situación, de carteles que indicaran dónde eventualmente había cajeros de la misma entidad con dinero; en fin, de gestos que demostraran que se reconocía -y preocupaba- que lo que se le estaba reteniendo a la gente era nada menos que su sueldo y que, eventualmente, aliviaran en algo el problema o aportaran al menos alguna certidumbre.

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