El país

Sur, descontrol y después

CAPITAL FEDERAL, Diciembre 12.-(Por Mario Wainfeld) Las víctimas, de un solo lado. Sus estrategias de supervivencia. Macri, entre la subejecución y la xenofobia, pasando por la incompetencia. La Metropolitana, alardes desmentidos, amenazas y proclamas racistas. La Federal, también sospechada. Acciones, omisiones y rectificaciones del gobierno nacional. El regreso de la política y un enfoque mejor de la seguridad.

 

Cuesta organizar el relato y el análisis de todo lo sucedido. Quizás el mejor punto de partida sea hablar de las víctimas fatales. No son las únicas, pero sí las más graves. Al cierre de esta nota, como dato adicional sobre el descontrol y la ausencia del Estado local y el nacional, se debate si fueron tres o cuatro.

 

Como fuera, los muertos y heridos graves pertenecen a un mismo sector: el de los ocupantes del Parque Indoamericano. Humildes, mayor aunque no exclusivamente inmigrantes de países hermanos. Personas, familias que, compelidas por la necesidad extrema, ejercitan una (tan riesgosa como racional) estrategia de supervivencia que incluye la usurpación de terrenos. Ocupan el espacio público, como lo hicieron otros colectivos sociales (los asambleístas entrerrianos de Gualeguaychú, los familiares de las víctimas de Cromañón, las patronales agropecuarias) porque, como ellos, saben que la acción directa “paga”.

 

Pero se arriesgan mucho más que los otros en cada movida, porque moran en el último peldaño social. Están “jugados” porque así les cabe defender sus derechos y porque (aunque suene paradójico con tanta sangre fresca) tienen “poco que perder”.

 

Brutalidad policial, pasividad ulterior, racismo de arriba ejercitado por el jefe de Gobierno Mauricio Macri, racismo “de abajo” de vecinos intolerantes, bandas organizadas que impusieron su ley durante casi dos días. Todo se pudo ver por televisión, un espectáculo macabro en el que los medios dominantes se alinearon con la derecha porteña, obsesionados con cargar críticamente todas las responsabilidades sobre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

 

La parte del león de la culpa, sin embargo, le cabe a Macri. Las policías bravas (ambas) están en el banquillo. El gobierno nacional también tiene responsabilidades por excesos policiales y omisiones políticas, que (mejor tarde que nunca) decidió rectificar drásticamente. Tratemos de desbrozarlas.

 

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Todo lo que es PRO: La enunciación de los errores, manipulaciones, inoperancia, intolerancia, actos de barbarie y racismo del macrismo es contundente. Repasemos los más notorios, en orden cronológico.

 

- Una gestión orientada a la “gente linda” y a “sus” espacios públicos. El Sur, los pobres, son el último orejón del tarro. Palermo Viejo o las plazas de zonas de clase media se ven bien. Afrenta llamar “espacio verde” al Indoamericano.

 

Hay cosas peores, claro, entre tantas la subejecución record del presupuesto de vivienda y la desatención durante tres años de las demandas de los ocupantes de villas o barrios carenciados.

 

- La promesa chanta de titularizar dominios, acollarada con la idea de llevar las elecciones al inminente marzo. Se volanteó ese planteo irrealizable, induciendo a los que ahora tilda de “ocupas” a rebuscar un modo de acceder a ese derecho.

 

- Con la toma realizada, obsesionarse con la salida represiva, como único medio imaginado.

 

- La falta de profesionalismo y capacitación de la Policía Metropolitana. El PRO alardeó sobre ese cuerpo de excelencia, que fracasó en toda la línea. El 18 por ciento de ejecución del presupuesto de vivienda es una cifra que supera otras referencias. Los números de la Metropolitana, también. Tiene 1800 o 2000 integrantes, según distintas versiones. En el brutal desalojo participaron menos de cien. Unos pocos quedaron a cargo del parque y no fueron capaces de mantenerlo desocupado. Luego, Macri confesó impotencia y dejó una guardia testimonial, un puñado de patrull

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