CAPITAL FEDERAL, Agosto 22.-(Por Mario Wainfeld) La táctica opositora, en pos del veto. Argumentos sin fondos sustentables. El dilema de Proyecto Sur. Las contribuciones patronales, una propuesta válida y desechada. Un lazo entre el Tango 01 y el Fútbol para todos. Macri retracta sus desafíos. Y apuntes sobre reformas necesarias en un contexto propicio.
En la década del ’60, en un programa cómico de la tele, el actor Rafael Carret componía a un simpático viejito “tano”, “jubiliado” él. Amén de ser tomado de punto por un alemán que interpretaba Vicente Rubino, el personaje del Pato Carret rezongaba todas las semanas porque no se le pagaba “el ochenta y dos por asiento” y porque no se le reconocían aportes por varios años de trabajo, conduciendo un tranvía.
Algo más cerca en el tiempo, pero también en el siglo pasado, en 1995, el sociólogo francés Pierre Rosenvallon escribió el libro La nueva cuestión social. Proponía “repensar el Estado providencial”, que ya entraba en su ocaso. Señalaba, entre otras cuestiones, “el progresivo financiamiento fiscal de los gastos sociales” que mutaba el paradigma de los sistemas contributivos. En Francia, se subraya, cuyo Estado benefactor tiene raíces añejas y profundas.
En nuestros días, en toda Europa se aumenta la edad de retiro y se restringen las prestaciones. El problema no es nativo ni comenzó en esta semana. Abordarlo seriamente es un severo desafío, que la contingente mayoría opositora en Diputados sustituyó por un simulacro.
Se votó una ley declamativa, concisa como un boceto, escrita entre gallos y medianoche, sin hacerse cargo de los dilemas que plantea su sustentabilidad en un plazo que trascienda el año que viene. Peor todavía: sin mencionar siquiera la fuente de financiamiento de la mayor inversión resultante.
El oficialismo despotrica al respecto, con razón. Pero tampoco recoge el guante de asumir la precariedad en el mediano plazo del valioso esquema de salida de emergencia construido como las viejas casas chorizo: agregando habitaciones año tras año. Aducir o prometer que
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Repartir las cargas: Modificar el sistema impositivo, (re)incorporando tributos progresivos, le agrega calidad al debate. El centroizquierda mantuvo ese discurso y esa moción, que tiene congruencia conceptual e ideológica. Lo hicieron tanto Proyecto Sur y sus aliados cuanto los partidos más afines o transigentes con el oficialismo. Pero les faltó la fuerza, la maña o la posibilidad (habría que ver) para hacer valer su potencial conjunto.
Los diputados liderados por Fernando Solanas toparon con un dilema tradicional: acompañar al Grupo A en una ley chirle, inconsistente y derechosa por su afán de preservar al capital o empacarse en sus trece, restando quórum si no se aprobaba el financiamiento. En el primer caso, eran funcionales al aglomerado de centroderecha pero quedaban a cubierto de la sospecha de serlo al kirchnerismo. Fue su opción, ante una disyuntiva inconfortable. Dejaron a salvo en el recinto una diferencia que no incidió en el resultado, antes bien lo garantizó.
El razonamiento de Proyecto Sur es que, sin tener los votos, se instaló la bandera del 82 por ciento. Podrá ser. El episodio también revela algo que esa fracción del centroizquierda no termina de reconocer. El Grupo A, que en este caso contaba con muchos más diputados de los imprescindibles, está herméticamente cerrado a medidas progresivas o a rozar la delicada epidermis de la colita de los poderosos.
En el cuadro de situación vigente, cualquier norma exige para su aprobación la amalgama de fuerzas diferentes. Cuestionar a Proyecto Sur por bascular entre unas y otras es excesivo. Pero esa fuerza yerra al no percatarse que tributos como las cargas patronales sólo llegarán a ser realidad efectiva si el Frente para
Cierto