El País

Ser o no ser

CAPITAL FEDERAL, Marzo 18.-(Por Mario Wainfeld) La teoría del simulacro K, un paso más. La reforma del Banco Central, concreción de una trayectoria. Los desafíos para el nuevo esquema y un aventón financiero. Repsol YPF, otro episodio del culebrón de la burguesía nacional. Las tácticas en el segundo mandato de Cristina, los desafíos. Y algo sobre el kirchnerómetro.

Desde “siempre”, desde enfrente, se achacó al kirchnerismo ser una impostura, un simulacro. No ya una fuerza política (o un gobierno) cuestionable por sus acciones u omisiones, sino una falsía. Con el tiempo, el reproche se sofisticó: el kirchnerismo pasó a no ser peronista. Compañeros de larga trayectoria (como Hugo Moyano o Gerónimo Venegas) incurren en la invectiva. También gorilas acérrimos de improbables dotes como peronólogos.

A partir del fallecimiento de Néstor Kirchner, la denuncia transversal rizó el rizo: ahora dicen que el kirchnerismo dejó de ser kirchnerista. Ex funcionarios, compañeros de ruta y ciertamente periodistas de todo pelaje (valga la expresión) reescriben el retrato del ex mandatario y lo contraponen al de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Néstor” (así lo nombran quienes lo odiaron y denostaron durante siete intensos años) se reviste de cualidades que le fueron negadas en su momento: dialoguista, negociador, prudente, rubio, con ojos no estrábicos y celestes (alto era, cabe reconocer).

Más allá del simplismo de muchas enunciaciones, el debate es interesante. Para complejizarlo un poquito (pidiendo disculpas por la osadía) es interesante señalar que el kirchnerismo está por cumplir nueve años de cambios fenomenales en el escenario local e internacional. Que ha sabido “cambiar de piel” en ciertas ocasiones. Que algunas de sus herramientas se oxidaron o cumplieron su cometido. Que en ciertos aspectos pasó de pantalla, que en otros encuentra cuellos de botella. Que, más vale, cometió errores de concepto o de falta de timing y que está forzado a readecuarse.

Y, claro, que la ausencia de Néstor Kirchner es un factor de peso cuya entidad se va midiendo con el tiempo. Avaro a la hora de profetizar, el cronista se conforma por ahora con la descripción. Y entra al Congreso, por un ratito.

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Mercedes se la banca: La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central (BCRA) alude a un kirchnerismo que fue avanzando, de modo más o menos paulatino, siempre en el mismo rumbo, en trances variados. Cuando Néstor Kirchner dictó el decreto que facultaba a usar reservas de libre disponibilidad para pagar deuda externa, no se estaba autorestringiendo sino aumentando las potestades del BCRA. Con concesiones al statu quo pero avanzando. El relevo del ahora diputado Alfonso Prat Gay por el ahora no diputado Martín Redrado como presidente del Central enfilaba a tener allí a alguien más amigable, por no llamarlo oportunista, sin que fuera irritativo para el establishment. El otrora Golden Boy se desempeñó a satisfacción un buen rato y fue relevado cuando se puso arisco. Mercedes Marcó del Pont traduce a un oficialismo más consistente. La creación del Fondo de Desendeudamiento (Fondes), lanzada en abierto de-safío al Congreso del Grupo A, implicó un nuevo estadio. La reforma que se aprobó en Diputados con comodidad redondea institucionalmente la tendencia. En este plano, el kirchnerismo fue acumulando poder y cambiando un paradigma noventista del sistema financiero con el que nunca transigió, desde 2003. Aunque sí impuso pausas, negociaciones, treguas transitorias.

El proyecto, que se tratará en Senadores en la semana que empieza, modifica el paradigma de funcionamiento del Central, amplía sus objetivos mucho más allá de sostener el valor de la moneda y provee de varios instrumentos al Banco. Ponerlos en funcionamiento no será sencillo ni automático. Tener herramientas de manejo financiero no equivale a ponerlas en acto ni, menos aún, a hacerlo con eficiencia. Priorizar el crédito a la producción y a las pymes es un afán loable que no se plasma chasqueando los dedos. Ni tampoco, he ahí uno de los bretes de la gestión estatal en una sociedad diversificada, a través de reglas genéricas dictadas para un universo poco homogéneo. Los Bancos lo son, si se los mira de cerca y en serio. Los hay nacionales y foráneos, grandes y pequeños, extendidos en toda la geografía nacional o locales. Los hay especializados en otros menesteres que el crédito a las pymes.

Y están, dato sustantivo de la etapa, los bancos provinciales que en promedio atraviesan situaciones difíciles que requieren más auxilio que “bajadas de línea” para incentivar líneas de crédito generosas.

Ahí fincan los retos futuros para Mercedes Marcó del Pont que, si (como todo indica) se aprueba la ley, acumulará dos victorias contra los economistas del establishment y buena parte de la oposición: esta ley y antes el Fondes, cuya viabilidad se probó en el rectángulo de juego, con Kirchner presente y aguantando los trapos.

La perspectiva de disponer de reservas disponibles en dólares es otro ingrediente de la nueva ley que regla lo que en buena medida ya se venía haciendo. La ampliación del margen autorizado para financiar al Tesoro nacional es un rebusque de caja, sin duda, lo que no equivale a pecado. Asumir mayores facultades conlleva igual rango de responsabilidades y fuerza a manejarse con destreza. Le cabe obrarlo al gobierno más cuidadoso y eficaz de las últimas décadas en la acumulación, crecimiento y manejo de las reservas. La comparación con el pasado argentino tangible o con otros países en este tiempo es un método tan recomendable como abominado por los kirchnerólogos opositores más enardecidos.

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En busca del petróleo perdido: En materia energética, el rumbo del Gobierno ha sido más zigzagueante, regido por el método del ensayo-error. Se fueron reformulando objetivos al vaivén de las pulsiones económicas del “modelo”. En los primeros años se designó como prioritario conseguir dinero fr

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