CAPITAL FEDERAL, Noviembre 28.- (Por Mario Wainfeld) Un mes inesperado, hipótesis. El Congreso, entre el empate, las “duras derrotas K” y el final desangelado “A”. La sesión en el Senado, reproches entre opositores. El FMI y el informe de las universidades, malos tragos. El Indec y la inflación, reconocidos como problemas. La concertación ¿posible? Y algo sobre la competencia electoral.
Apenas más de un mes después de la súbita pérdida de Néstor Kirchner, el panorama político cambió mucho y en un sentido inesperado. Las tendencias inmediatamente previas no viraron pero se potenciaron a niveles sorprendentes. La imagen presidencial, la reputación del oficialismo y la intención de voto favorable a Cristina Fernández de Kirchner treparon a niveles sólo comparables con los que tuvo en el remoto 2007.
Sería exceso de soberbia pretender explicar cabalmente tamaños fenómenos, sólo se pueden esbozar indicios o intuiciones. El cronista apunta dos datos. El primero es el balance anticipado sobre los gobiernos kirchneristas. Seguramente, se produjo una condensación abrupta del veredicto colectivo, sin duda plural y hasta antagónico, pero que dejó un saldo muy favorable al oficialismo. Ese balance, de ordinario, sucede en los días previos a las elecciones presidenciales.
El segundo dato es el élan emocional recibido por una fuerza política a la que costó estimular ese tipo de lazos. Emergió una fuerte afectividad popular, en reconocimiento a quien piloteó la salida de la crisis.
Cristina Kirchner ganó en la consideración masiva y fue empoderada.
Esos datos coyunturales, ya se dijo, se conjugan con situaciones que ya venían produciéndose.
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Quién ganó con el empate: El Congreso, se suponía, sería el ámbito privilegiado de la ofensiva opositora. Una fascinación exagerada recibió la nueva integración de las Cámaras, preludio (se fabulaba) de un Parlamento rico en debates y elaboración de consensos. El Grupo A, muy pendiente de la aprobación mediática cotidiana, eligió desde una táctica más agonal: llevarse por delante al oficialismo. Fue en pos de titulares que dijeran “Dura derrota K”. Paradoja cruel y sugestiva: cosechó decenas pero terminó vencido.
Era complicado que el Congreso fuera muy productivo. La paridad estrecha en Senadores y la incoherencia de la mayoría opositora en Diputados lo anticipaban. Era más previsible un juego de bloqueo mutuo, “empate bobo” lo apodó este cronista meses ha. Costó sancionar leyes porque ambos sectores maximizaron los recursos obstruccionistas, empezando por retacear el quórum.
Es demasiado despiadado decir que nada se legisló. Hubo al menos tres normas sobre cuestiones muy relevantes, recién llegadas al recinto en la etapa kirchnerista: el matrimonio igualitario, la ley de glaciares y el ochenta y dos por ciento móvil. Antes hubieran sido imposibles, por falta de plafond político, cultural o económico.
La contienda permanente dificultó el avance de otras leyes que requerían cooperación entre adversarios. La que regula las prepagas llegó a ser aprobada con modificaciones por el Senado, un paso adelante logrado en tiempo de descuento.
El Presupuesto sin aprobar es un retroceso institucional, con responsabilidades compartidas, las mayores cargan sobre el Grupo A.