LA PLATA, Diciembre 27.-(Por Marisa Alvarez) Las problemáticas agudas, las urgencias, han reemplazado a los balances en esta Navidad bonaerense. La inseguridad extrema, brutal, sin medidas a la vista que indiquen un viraje sustancial en el enfoque y las políticas orientadas a revertir este panorama; y las profundas dificultades económico-financieras con que el Estado provincial está cerrando el año, no sólo marcan una coyuntura delicada sino también perspectivas preocupantes para el año por venir. Y en ese contexto el año político cierra con climas de agitación y tensiones y, sobre todo, estados provisorios y precarios en los armados por ahora en pie que preanuncian meses de altísima revulsión.
Para el oficialismo concluye el año de la gran derrota, sin haberse permitido -a seis meses de la caída en las urnas- la autocrítica, la discusión y, eventualmente, los movimientos internos que, en cualquier organización política sana, se producen en circunstancias de ese tipo. Y no se trata sólo de una deuda hacia adentro del peronismo enrolado en el kirchnerismo. Se trata, en la medida que la derrotada es la fuerza que gobierna
Sin embargo, tras pasar esos seis meses en absoluto silencio si de expresar a la sociedad qué mensaje leyó en las urnas -los pocos gestos que dio en ese lapso, parecieron reconfirmar, por el contrario, una voluntad de no modificar nada-, la dirigencia oficialista -que además de su rol institucional maneja las estructuras partidarias del PJ- emitió en este cierre del 2009 algunas señales anticipatorias de un turbulento proceso de reacomodamientos.
El congreso del PJ bonaerense, celebrado hace una semana, mostró en su trazo grueso otra ratificación de que la supra-jefatura de Néstor Kirchner aún no se discute. Fue él quien pidió que un ultrakirchnerista como Díaz Bancalari fuera designado nuevo titular de ese órgano partidario. Y fue el presidente del consejo partidario, el vicegobernador Alberto Balestrini, quien se ocupó de plasmar esa directiva.
Pero la movida alcanzó para dejar en evidencia que, aún por razones diversas, un núcleo de referentes -intendentes y legisladores- no estuvo dispuesto a avalar la designación de la nueva conducción del congreso. Liderado por el intendente de Tigre, Sergio Massa, el grupo buscó mostrar, fundamentalmente, su desacuerdo con la ausencia de discusión interna con que se resolvió esa designación. Y, sin llegar a plantearla formalmente, expuso su disidencia con el faltazo del grupo al plenario.
Está por demás claro que Massa aspira a ser candidato a gobernador y que no sería el ultrakirchnerismo el espacio que elegiría para la carrera. Pero por encima de ese objetivo particular y embrionario, el grupo que faltó al congreso expresó la incipiente formación de una nueva corriente en el peronismo oficialista.
Néstor Kirchner, por su lado, elevó fuertemente en las últimas dos semanas la frecuencia con que -a veces acompañando a
También agitó aguas del oficialismo en este cierre del 2009 Daniel Scioli, quien, tras la dura derrota electoral de junio, tampoco oculta su aspiración de volver a ser candidato a gobernador en el 2011, aunque quienes conocen sus objetivos más recónditos afirman que no abandonó definitivamente el sueño de la postulación presidencial.
Con una cena oficial y protocolar de fin de año como excusa, el Gobernador logró congregar a una representación institucional significativa, que incluyó a más de un centenar de intendentes. Pero además reunió a los símbolos de la diversidad que empiezan a perfilarse en el peronismo oficialista, desde ultrakirchneristas genéticos, hasta ausentes del congreso del PJ, como los intendentes Alberto Descalzo y Pablo Bruera, pasando por el vicepresidente 1º del Senado, José Pampuro, a quien los observadores ya no pueden ubicar tan fácilmente como antes en la interna. Y en
El fin de año del peronismo bonaerense se completa con el triunfador de las elecciones, Francisco De Narváez, amagando con una postulación presidencial pero preparándose sin pausa para presentar su cand