Hace ya un mes -desde el crimen de un chico de 18 años, en su casa en Tigre- que los bonaerenses asisten abrumados a una seguidilla interminable de asesinatos en asaltos, con víctimas que ni siquiera se resistieron al robo. Esta semana fue la muerte de una arquitecta en Wilde, a la que intentaron robarle el auto, la que desató una masiva protesta vecinal que se renovó durante tres días frente a la comisaría del barrio.
En estas semanas, desde el ministerio de Seguridad, replicado por los jefes policiales de cada lugar, se apuntó primero desembozadamente contra las leyes que no permiten juzgar a menores de 16 años; contra los jueces que, según esos funcionarios, viven excarcelando delincuentes peligrosos; contra las normas que no le permiten a
Ahora le tocó el turno a los vecinos que reclamaron seguridad en Wilde. El ministro Stornelli denunció "infiltrados políticos" que buscaban "desestabilizar al gobierno" de Scioli en la manifestación que se repitió durante tres días; y el jefe de
Habría indicios -sólo eso, en rigor, tenues indicios- de que algún puntero peronista opositor de Avellaneda habría aprovechado la movida ciudadana para intentar, a través de algunos militantes, crispar los ánimos de los manifestantes. Pero plantear las cosas al revés, afirmando que se trató de una movida política, con algunos pocos vecinos despistados que no sabían que los usaban, revela, por un lado, impotencia para tomar medidas que calmen -por ser visualizadas como acertadas- el reclamo de más seguridad. De hecho, la protesta se repitió durante tres jornadas porque no había respuestas oficiales de medidas concretas. Y por otro lado, muestra un peligroso desconocimiento de lo que expresan esas manifestaciones vecinales: el temor ciudadano está alcanzando niveles preocupantes y existe una convicción creciente de que estos crímenes se repiten a cada momento, en cualquier lugar y cualquier hora del día, de que no hay freno alguno y de que cada uno de los vecinos puede ser la próxima víctima.
Es de suponer que si las autoridades de Seguridad conocieran ese temor y esa convicción ciudadana, se ocuparían de detectar fehacientemente a los "desestabilizadores" que se "infiltran" en las protestas y de actuar, sin bambollas, como corresponda con ellos. Y no mezclarían ese "dato" con el anuncio público de medidas para el barrio en crisis. Intencionalmente o no, esa mezcla implica en la práctica una desvalorización, una descalificación, de la protesta genuina y de los vecinos que la llevan adelante. Y de millones de bonaerenses que, desde sus casas, se sienten identificados con ellos.
Por lo demás, la reacción oficial obliga a preguntarse también si en Seguridad y en
Mientras tanto, una posible renovación del elenco de ministros y secretarios de Estado de la Provincia está siendo evaluada por Scioli. Y en ese marco, habría cambios en el ministerio de Seguridad. Dos nombres, por lo pronto, figuran en esos análisis ante la posibilidad de que se resuelva un reemplazo en esa área, los del ex recaudador Santiago Montoya, y el del intendente de Ezeiza, Alejandro Granados.
De concretarse, la reformulación del gabinete constituirá un dato político saliente de