El país

Curarse en salud

CAPITAL FEDERAL, Febrero 13.-(Por Mario Wainfeld) La detención de Venegas, fracaso de las lecturas binarias. Las razones de Oyarbide, la sinrazón de su trayectoria. El caso Zanola, la sólida punta de un iceberg a explorar. Las reacciones del duhaldismo, el día en que el Momo fue Dreyfus. El comunicado de la CGT, su mensaje y debates internos. El sistema de salud, un problema de fondo.  

 

Nada es sencillo ni lineal en una sociedad democrática de masas. No rige, de modo ineludible, el apotegma “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” ni su versión más operativa “el que embroma a mi enemigo es mi amigo”. Puede suceder, más vale, pero no es automático. Menos aún si la sociedad es una poliarquía donde existen micropoderes (o micropoderosos) excéntricos o difíciles de encasillar en esquemas convencionales. Hablamos, entre otras cuestiones, del hecho de la semana, detonado por el juez federal Norberto Oyarbide.

 

El jueves todo podía parecer simple para miradas conspirativas, como la del Peronismo Federal. Para ellos, Oyarbide actuaba como un alfil del kirchnerismo deteniendo e implicando a Gerónimo Venegas. El magistrado compensaba así el procesamiento al ex funcionario oficialista Héctor Capaccioli. Eduardo Duhalde y Graciela Camaño doblaron la apuesta: presentaron al Momo Venegas como un mártir encarcelado, una versión criolla de Nelson Mandela o de Alfred Dreyfus. La trayectoria amarilla del secretario general de la Uatre (entreguismo, silencio cómplice ante el trabajo esclavo, sumisión a las patronales apenas para empezar) entorpecía la identificación pero, con los medios dominantes a favor, Venegas fue pintado como un prócer.

 

Ya entonces había contradicciones en la narrativa binaria. La más evidente es proponer que el juez es un modelo de probidad y seriedad (Su Señoría doctor Jekyll) cuando aborda el expediente Capaccioli. Y se transmuta (en cuestión de horas) en Su Señoría mister Hyde cuando vulnera los derechos del Tío Tom Venegas.

 

El viernes, el cuadro se complicó. Los partidarios del presidenciable “Orden y Paz” cortaron rutas y manifestaron en Comodoro Py, en protesta por un llamado a indagatoria. Luis Barrionuevo amenazó directamente al juez, de viva voz. Quienes apostrofan contra la acción directa la ejercitan con enorme lesividad frente a un suceso menor. Casi cotidiano, como se detallará más adelante.

 

Pero lo que les enredó los piolines a tirios y troyanos fue la reunión express del Consejo Directivo de la CGT, pensada on line con la indagatoria. Una presión adicional para Oyarbide, desde lo que se suponía es el otro rincón del ring. El comunicado de la central obrera fue en sustancia una defensa cerrada de Venegas. Una alusión a Duhalde (sin nombrarlo) y su condición de dinosaurio no alteró la esencia del mensaje. La inserción tradujo, tibiamente, un debate producido puertas adentro en la que (comentaron asistentes al mismo) dirigentes moyanistas probados –como Julio Piumato y Juan Carlos Schmidt– alertaron contra lo que veían como un paso en falso de cara a la opinión pública y una concesión excesiva al duhaldismo. El metalúrgico Antonio Caló recusó asimismo el texto del comunicado. Los discrepantes firmaron, diz que a disgusto.

 

Así son las cosas. El mundo se pone difícil, resiste ser explicado monocausalmente, sólo por el kirchnercentrismo. Intereses comunes de la dirigencia sindical primaron, esta vez, sobre los alineamientos políticos que son muy relevantes y siguen existiendo.

 

Si al lector le parece muy compleja esta descripción, se le recomienda no seguir leyendo esta columna porque lo que viene sigue siendo dialéctico y plagado de grises.

 

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Claroscuros: Oyarbide es un mal juez, que no debería seguir en su cargo desde hace diez años. Es arbitrario con frecuencia, estridente casi siempre. Sabe producir conmociones informativas. Y se mueve con un olfato político particular, en continuo vaivén que contempla sobre todo su propio interés.

 

Reproches tan severos no equivalen a decir que Oyarbide jamás tiene razón. O que sus decisiones más espectaculares se toman sin atender a la opinión pública y a los elementos de prueba que posee. Si actuara así sería un suicida o un torpe, dista de serlo. Su poder finca en que es capaz de atacar en casos resonantes, tomar medidas apresuradas que tienen “buena prensa” y buena acogida pública (detenciones, procesamientos, encarcelamientos) munido de background que lo respalda. Exagera, sobreactúa, avisa a los medios antes que a las partes en los expedientes, abusa de su poder..., rara vez pedalea en el aire.

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