Por de pronto, vale apuntar un comentario que no es estrictamente lingüístico en torno de la idea de "colectora". En el lenguaje cotidiano de los argentinos, "colectoras" son las rutas paralelas a ciertos tramos de las autopistas. Se caracterizan por ser gratis, angostas y de inferior calidad, además de parciales. Se suben a ellas los que no pueden o no quieren pagar el costo de los peajes.
Conclusión elemental: la colectora es una vía subalterna e inferior. Así se reconocen y en ese concepto se identifican quienes anidan en esos intersticios: se ven como concubinos electorales de sus paternales figuras de referencia. Sin derechos ni acreditación completa, sólo sirven para ser usados circunstancialmente. Habituado a acudir a todas las estratagemas que pueda dispensarle el arsenal de las trapisondas criollas, el oficialismo se regocija en su capacidad infinita de apelar a los atajos para la consecución de sus metas.
SCIOLI ENEMIGO
Pero en la provincia de Buenos Aires, al hostigar sin escrúpulos al gobernador Daniel Scioli con la colectora de izquierda de Martín Sabatella como la bestia roja de las elecciones del 23 de octubre, se verifica que, a menudo, los pecados de hoy recuerdan los pecados de ayer. Lejos de ser un valioso añadido a una superior legitimidad democrática, el agregado de listas colectoras para sumar "por afuera" a los jugadores centrales, es un dato de perversa deslegitimación del proceso electoral. Pero no se diferencia mucho este artilugio político de lo que fueron las llamadas candidaturas "testimoniales" inventadas por el difunto Néstor Kirchner, operativo al que se plegó mansamente Scioli en junio de 2009.
Hay pocas instancias de mayor vaciamiento del sentido soberano del voto democrático que lo que el peronismo kirchnerista hizo en esa oportunidad, algo gravísimo en un movimiento que sufrió diferentes instancias de proscripción electoral entre 1955 y 1973 y que -sin embargo- ha alentado el vaciamiento del sentido del voto. En esas elecciones de 2009, Scioli, electo gobernador para el período 2007/2011, se presentó como candidato a diputado nacional, como lo hicieron numerosos intendentes kirchneristas. Y el apogeo del bochorno fue que Scioli llevara como candidata a diputada a Clotilde Acosta, (a) Nacha Guevara, que -electa por el crédulo voto popular- ni siquiera se dignó a asumir, ya que renunció antes de la asunción.
Al pretender argumentar a favor de las colectoras, fingiendo que están en el ADN histórico del peronismo, el golpeado pero aun impulsivo Aníbal Fernández recordó la experiencia de las presidenciales del 23 de septiembre de 1973, elecciones armadas por el peronismo tras derrocar a Héctor Cámpora, que había sido elegido el 11 de marzo de ese año, pero fue expulsado de
COLECTORA '73
En las elecciones del 73, la fórmula Juan Perón-Isabel Perón recibió el 61,85 de los votos, pero en ese resultado agregado se contabilizaron los votos del llamado Frente de Izquierda Popular (FIP), un sello armado por el ensayista trotskista de Jorge Abelardo Ramos y cuya fórmula presidencial era la misma, Perón-Perón.
Lo que el Jefe de Gabinete deja de lado, una omisión equivalente a una gruesa mentira, es que el FIP era y siguió siendo una minúscula agrupación ideológica, que en las elecciones del 11 de marzo de ese mismo año recibió, yendo a solas con Ramos como candidato presidencial, apenas 48.571 votos, contra los 5.9 millones de la fórmula Cámpora-Lima, y los casi 3 millones del radical Ricardo Balbín. El socialismo tradicional más que duplicó ese día al FIP de Ramos y hasta los trotskistas "morenistas" de Juan Carlos Coral sacaron un 52% más de los votos de los fans de Ramos.