El País

Dos sorpresas

CAPITAL FEDERAL, Octubre 21.-(Por Mario Wainfeld) La partida de Kirchner y la masividad del dolor. La voz de los manifestantes, agradecimientos y política. Un abanico social y generacional. Peronismo y algo más. La vacancia a cubrir. Los peronistas federales, mirando. La Presidenta, de la fortaleza a los primeros mensajes.

 

Dos sorpresas fundacionales se sucedieron desde el miércoles: la muerte del ex presidente Néstor Kirchner y la respuesta popular que la siguió. Ambas reconfiguran el escenario que existía el martes, cuyas vigas maestras subsisten y deben recordarse para empezar a imaginar lo que vendrá.

 

La pérdida de un líder que cambió la tendencia, hiperpresente e hiperkinético, golpea e interpela a su fuerza. El mensaje popular (identidad, pertenencia, compromiso político, apoyo decidido a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner) le insufla vigor, redefine su potencial, alerta a propios y ajenos.

 

La fortaleza de la Presidenta, quizá más previsible para quienes la conocen y saben de su temple militante, redondea los datos más salientes.

 

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El martes sus adversarios daban por sellada la derrota electoral del Frente para la Victoria (FpV) en las presidenciales de 2011. Un balance social colectivo, catalizado por la desaparición de Kirchner, reveló que esa profecía era simplista y lo sigue siendo ahora.

 

Una muchedumbre se volcó a las calles desde el primer instante, sin que mediara feriado nacional o suspensión de actividades. “No la convocamos nosotros, jamás nos hubiera salido tan bien”, autorretrata, ironiza, asume un importante dirigente oficialista. Cientos de miles dejaron sus asuntos cotidianos, pusieron el cuerpo y el alma. Conviene repensar un poco sobre su decisión consciente y su clamor, aun con la precariedad de la primera mirada.

 

Fueron, casi todos por la libre, a dar cuenta de su existencia y su dolor. A colocar ofrendas, a decir, de cien modos, “fuerza Cristina”. Algunos con el gesto, otros con la consigna, otros cantando o improvisando breves discursos, haciéndose dueños de la Casa Rosada.

 

“Fuerza Cristina” es una apelación política, significa algo bien diferente de un pésame. Es un reclamo y una promesa: hay que seguir y acá estamos.

 

La religiosidad peronista se plasmó en pequeños presentes, en la parva de cartas o mensajes dejados por personas de a pie, muchas de las cuales no son ni se piensan justicialistas. Pero la muchedumbre expresó una tonalidad más transversal que peronista, configurada por un abanico social y generacional amplio, en el que primaron los jóvenes. El sinfín de gente tuvo que ver más con quienes festejaron el Bicentenario que con un acto peronista clásico: los más humildes, los trabajadores que viven al día pero bien, personas de clase media. Sus explicaciones son ilustrativas. Se movilizaron porque “recuperamos el trabajo” o “la dignidad”. O porque “queremos militar, participar en política”. A menos de nueve años de la hecatombe de 2001, a algo más de siete de gobiernos kirchneristas, la Plaza, el espacio de la protesta o de la masacre delarruista, albergó a ciudadanos recuperados en su autoestima y en su afán de participar.

 

El martes, el FpV era la primera minoría, a buena distancia de la segunda. Sigue siéndolo, con mayor conciencia de sí misma y sabedora de que el espacio vacante no podrá ser llenado sólo por esa mujer a la que fueron a acompañar, a transfundirle energía y a indicarle un rumbo, el ya elegido.

 

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Cristina Fernández le pidió a la mayoría de sus ministros que no viajaran a Río Gallegos, que se quedaran para empezar a trabajar el lunes temprano. La acción de gobierno es el bastión del kirchnerismo y de ella dependerá una fracción relevante de su porvenir.

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