Para ese universo de intendentes y demás referentes territoriales una primera inquietud pasa por cómo continuará su relación institucional con el gobierno nacional; un vínculo signado por el vasto plan de obras públicas -algunas en marcha, muchas prometidas- de la administración federal para los municipios, que Kirchner definía personalmente.
Pero es la propia conducción política de ese espacio -con el PJ bonaerense como estructura formal-, y como añadido, la relación política con el gobierno nacional, la preocupación más honda que afecta hoy a los intendentes. Es que, literalmente, se han quedado sin jefe. Una situación que para el peronismo es sinónimo de "sin rumbo".
CON MANO DE HIERRO
Desde el 2005 Kirchner no fue sólo el jefe nacional sino también el jefe puntual del peronismo bonaerense, al que condujo con mano de hierro. No fue un líder que suscitara una fuerte corriente afectiva en su tropa y en la intimidad muchos cuestionaban su estilo y hasta algunas de las decisiones troncales del gobierno nacional, en particular las que se planteaban en términos de confrontación brutal con diversos sectores institucionales, políticos y sociales.
En las últimas semanas, inclusive, había comenzado a germinar un proceso de resistencia a la estrategia electoral que Kirchner diseñaba para el 2011. Nadie quería saber nada con las listas colectoras que el ex Presidente quería volver a utilizar en el distrito bonaerense y buena parte de los dirigentes creía, inclusive, que el candidato presidencial no debía ser Kirchner y evaluaba las chances de Daniel Scioli para esa postulación. Sin embargo, nada de eso había menguado hasta ahora la jefatura real que Kirchner ejercía.
Los intendentes, por lo demás, ya habían perdido este año a quien, aún con algunos cuestionamientos, había logrado ejercer el papel de coordinador entre ellos y Kirchner, el vicegobernador y presidente del PJ bonaerense, Alberto Balestrini, gravemente afectado desde abril pasado por las secuelas de un ACV.
MOYANO,
En este cuadro, la urgencia en el oficialismo provincial es evitar que el nuevo presidente formal del PJ bonaerense, Hugo Moyano, cristalice su pretensión de convertirse en el "jefe verdadero" del sector. Aunque el camionero llegó hasta ese sitial por decisión de Kirchner, la dirigencia resistía su ambición aún antes de la muerte del ex Presidente. El martes pasado los consejeros -un rol que ejercen referentes territoriales poderosos o subordinados de éstos- boicotearon la reunión a la que Moyano los había citado, con un faltazo masivo. Y el sindicalista les mostró que está dispuesto a jugar rudo: sin quórum, designó a su mano derecha en el partido, el canillita Omar Plaíni, como tesorero suplente, con habilitación de firma (será válido todo lo que éste firme sin necesidad de que también ponga su rúbrica el titular) dejando claro que el titular de ese cargo -un intendente respetado y elegido por el resto, Alberto Descalzo, de Ituzaingó- no le resulta confiable.
Pero la preocupación de fondo es, claro, cómo manejarse ahora sin jefe. Saben esos dirigentes que su poder reside en el bloque que constituyen. Y evalúan que se viene un tiempo de explosión y atomización total, en medio de pujas de quienes ostentan hasta ahora algún tipo de influencia parcial y relativa sobre grupos de intendentes (como ocurre con tres ministros nacionales, Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y Julián Domínguez), el Grupo de los Ocho que representa a referentes críticos del kirchnerismo, el segmento de jefes comunales nucleados en
MACHOS RETROACTIVOS
Con humor y desde la comodidad de estar parado en la disidencia, un peronista de